Cuaderno de cantares:

Las mujeres y los hombres

 

 

 

A la mujer la comparo
con un saco de avellanas,
partes una, partes otra,
y todas te salen malas.
  A los hombres les comparo
con un trozo bacalao,
que si les quitan la cola,
les quitan lo más salao.
  Amor mío, no te embarques,
que el mar está muy profundo,
hace lo que muchos hombres
engañadores del mundo.

 

 

Amor mío, vienes tarde,
has de dormir al sereno,
que el sereno de la noche
para los hombres es bueno.
  Anda diciendo tu madre
que somos burros los hombres,
ojalá fuera yo burro
pa pegarle un par de coces.
  Arbolito bien plantado,
siempre parece arboleda,
la mujer de buen marido
siempre parece soltera.

 

 

Aunque la mar fuera tinta
y el cielo papel y sobres,
no se podría escribir
lo falsos que son los hombres.
  Catorce gallinas tengo
y no riñen casi nunca.
Si se volvieran mujeres
no podrían estar juntas.
  Carbón de encina,
cisco de roble,
la confianza
no está en los hombres.

 

 

Colorada la guinda,
verde el guindero,
pícaros son los hombres
de pelo negro.
  ¿Cómo quieres que quiera
lo que tú quieres?
Tú quieres a los hombres,
yo a las mujeres.
  ¿Cómo vivirán los moros
teniendo tantas mujeres,
si aquí con una nos sobra
para que el diablo nos lleve?

 

 

Cuando Dios empezó el mundo,
le dijo a Adán una vez:
para que tú no te aburras,
voy a darte una mujer.
  Cuando dos se están queriendo,
la mujer es la que manda,
pero al salir de la iglesia,
los papelitos se cambian.
  De las mujeres que paren
muy cerca de la cuaresma,
los hijos salen varones
y las hijas salen hembras.

 

 

De una costilla de Adán
hizo Dios a la mujer
para que el hombre tuviera
ese hueso que roer.
  Debajo del ombligo
tienen los hombres
una romana vieja
con dos pilones.
  Doce gallinas y un gallo
casi siempre están conformes,
en cambio nunca lo están
dos mujeres con un hombre.

 

 

El corazón de los hombres
es como el paño babiano,
por afuera buenos son,
por adentro sale el daño.
  El corazón de los hombres
es como un día nublado,
que tiene más pensamientos
que leyes un abogado.
  El cuerpo de una mujer
es lo mismo que una huerta,
tiene la noria en el medio
y el perejil a la puerta.

 

 

El demonio son los hombres,
según dicen las mujeres.
Cuántas están deseando
que el demonio se las lleve.
  El perejil cuando nace
nace por las cuatro esquinas,
los hombres cuando pretenden,
no dicen más que mentiras.
  El querer de las mujeres
es como el de las gallinas,
que cuando les falta el gallo
a cualquier pollo se arriman.

 

 

En las cosas de mujeres
yo tengo poca fortuna
porque yo las quiero a todas
pero ellas a mí ninguna.
  En una sala cuadrada,
llena de iluminaciones
me puse a considerar
lo falsos que son los hombres.
  Esta calle es un jardín,
las mujeres son las rosas,
y yo que soy jardinero
escojo a la más hermosa.

 

 

Este pandero que toco
tiene veinticinco sones,
veinticinco puñaladas
merecen algunos hombres.
  La mujer chiquitina
es un regalo,
más vale poco y bueno
que mucho y malo.
  La mujer que quiere a dos
no es tonta, que es prevenida,
si una vela se le apaga,
otra le queda encendida.

 

 

La mujer que sale mala
ni reñirla ni pegarle,
agarrarla de los pelos
y llevársela a su madre.
  La mujer y la guitarra
son distintos instrumentos,
uno se toca por fuera,
y otro se toca por dentro.
  La mujer y la sartén,
la perdición de una casa,
la mujer gasta los cuartos,
la sartén quema la grasa.

 

 

La pandereta está rota,
con qué la remendaré,
con la lengua de los hombres,
que dicen lo que no es.
  La vara de San José
todos los años florece,
la vergüenza de los hombres
se ha perdido y no aparece.
  Las cañas por dentro huecas
suelen meter mucho ruido,
así pasa con los hombres,
que están por dentro vacíos.

 

 

Las mujeres cuando paren
dicen a Santa Librada:
Tenía que ser la salida
lo mismo que fue la entrada.
  Las mujeres cuando paren
se acuerdan de San Ramón
pero no se acuerdan de él
cuando están en la función.
  Las mujeres de este pueblo
por muy finitas que sean
se mojarán los pelitos
del culito cuando mean.

 

 

Las mujeres son muy listas,
tentación del Enemigo,
que hacen estirar al hombre
lo que tienen encogido.
  Las mujeres y los perros
son de la misma manera,
si le hacen una caricia
se van detrás de cualquiera.
  Lo mismo al comer la fruta
que al hablar de la mujer,
todos decimos que es buena
y le quitamos la piel.

 

 

Los hombres cuando pretenden
son como ángeles del cielo,
pero después de casados,
los tizones del infierno.
  Los hombres no se miran
en el espejo,
porque el espejo dice
que son muy feos.
  Los hombres para engañar
parecen mantas mojadas,
después de haber engañado,
espinas envenenadas.

 

 

Los hombres son los ratones
y las mujeres el queso,
y el matrimonio la trampa
que los pilla del pescuezo.
  Más vale querer a un perro
que querer a una mujer,
el perro cuida la casa,
la mujer la echa a perder.
  Mi mujer y mi caballo
los dos murieron un día,
mi mujer, Dios la perdone,
caballo del alma mía.

 

 

Mujeres y aceitunas
son todo uno,
tienen la carne blanda
y el hueso duro.
  No te fíes de las mujeres,
soy mujer y te lo digo,
que las mujeres engañan
al hombre más entendido.
  No te fíes de los hombres
aunque les veas las tripas,
son capaces de engañar
a las ánimas benditas.

 

 

No te fíes de los hombres
aunque les veas llorar,
que son como el cocodrilo,
que lloran para engañar
  No te fíes de los hombres
aunque te digan: te quiero;
al revolver una esquina,
si te vi ya no me acuerdo.
  Papeles son papeles,
cartas son cartas,
palabras de los hombres
todas son falsas.

 

 

Partí una, partí dos,
partí tres, salieron vanas;
las palabras de los hombres
son como las avellanas.
  Qué tontas son las mujeres,
que de los hombres se fían,
aunque cojan el garrote
y les rompan las costillas.
  Qué tontas son las mujeres
que se asustan de un ratón
y no se asustan de un hombre
que es el animal mayor.

 

 

Qué traidores son los hombres
que fingen falsos amores,
y abandonan el jardín
después de coger las flores.
  Si la mar fuera de tinta
y el cielo de papel doble,
no se podría escribir
lo falsos que son los hombres.
  Si los hombres se calaran
como se cala un melón
más de cuatro sinvergüenzas
se sabría lo que son.

 

 

Son los hombres unos tunos,
lo digo y no me arrepiento,
si alguno me está escuchando
que diga de mí si miento.
  Tiene la molinera
en su molino
la perdición del hombre:
tabaco y vino.
  Toda esta calle a lo largo
la han sembrado de melones
y han nacido calabazas
para darles a los hombres.

 

 

Todas las mujeres tienen
en el ombligo una rosa
y un poquito más abajo
la cueva de la raposa.
  Todas las mujeres tienen
en el pecho dos limones,
y un poquito más abajo,
la perdición de los hombres.
  Todas las mujeres tienen
hasta el ombligo colgajos,
y los hombres los tenemos
cuarta y media más abajo.

 

 

Todo hombre que se casa
con una mujer bonita,
hasta que no se hace vieja
el susto no se le quita.
  Todos los hombres son falsos,
lo digo porque lo sé,
si alguno me está escuchando,
también lo digo por él.
  Tú trataste de engañarme
y al final yo te engañé,
un puntito más que un hombre
siempre sabe una mujer.

 

 

Una flor nació en el campo
que le llaman margarita,
la perdición de los hombres
son las mujeres bonitas.
  Una mujer alta y fea
con el pelo bien peinado,
parece una casa vieja
que tiene nuevo el tejado
  Una mujer fue la causa
de la perdición primera,
y no hay mal en este mundo
que de mujeres no venga.

 

 

Una mujer y una burra
se apostaron a correr,
a correr ganó la burra,
pero a burra la mujer.
  Unos dicen que las Juanas,
otros que las Isabeles.
Yo digo que las Marías
son la flor de las mujeres.
  Viva el Bierzo, viva el Bierzo,
que viva Camponaraya,
sus mujeres y sus vinos,
lo mejor que hay en España.

 

 

Viva la alegría, viva,
el corazón nunca llore,
vivan los hombres leales,
mueran los que son traidores.
  Yo no sé que le dije,
que ella lloraba,
corazón de mujeres
llora por nada.
  Yo no sé que le dije,
que se reía;
corazón de mujeres
mana alegría.

 

 

Pájaros
y otras aves

                                     

El vino