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La Braña

Cantares y vivencias

 

            

 


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Capítulo de introducción: Coplas y cantares

No hay penitas ni alegrías
que se queden sin cantar,
y por eso hay más cantares
que gotas de agua en la mar.


En León llamamos coplas o cantares a las estrofas -formadas normalmente por cuatro versos con rima asonante en el segundo y cuarto- con las que se construyen nuestras canciones tradicionales. A pesar de esa función básica a la que deben su existencia, si aislamos las coplas de su entorno musical y analizamos simplemente su contenido, vemos que encierran un saber y un ingenio prodigiosos, además de un intrínseco valor literario que nos hacen disfrutar de ellas cuando las escuchamos o incluso cuando las leemos en alguna ocasión, convirtiéndose en pequeños poemas llenos de inspiración y talento.

Sin ser los únicos, hay dos tipos estróficos claramente predominantes en nuestro folklore: la cuarteta octosilábica asonante (copla propiamente dicha) y la seguidilla. A veces, una misma idea se puede expresar utilizando, según lo exija la melodía, cualquiera de los dos modelos:

Cuarteta:
En las cosas de mujeres
tengo muy poca fortuna;
porque yo las quiero a todas,
pero ellas a mí, ninguna.


Seguidilla:
En cosa de mujeres
tengo fortuna;
que yo las quiero a todas,
y a mí, ninguna.


La métrica de los cantares tradicionales no siempre es matemáticamente correcta, porque los cantores populares no se obsesionan por contar rigurosamente el número de sílabas de cada verso, sino que de forma espontánea adaptan sus composiciones o sus recuerdos a las melodías que están ejecutando, y viceversa. Aun así, en la mayoría de los casos, el sentido del ritmo, el instinto y el buen gusto llevan a los intérpretes expertos a conseguir estrofas con perfecta medida y rima, aunque a veces una cierta modestia les impide reconocerlo.

La despedida canto
de mis cantares;
como no soy maestra,
no van iguales.


Esa misma “humildad” la encontramos en algunas coplas donde los ejecutantes, lejos de presumir de la gracia que derrochaban en sus cantares, solían disimular sus cualidades, lo que en el fondo supone resaltar su propio mérito.

Aquí me pongo a cantar
sin gracia, que no la tengo;
dame la tuya, galán,
que cantando te la vuelvo.

Como no tengo gracia,
canto sin ella;
que aunque quiera comprarla,
no hay quien la venda.


Podemos considerar un precedente de este trabajo la obra de don Mariano D. Berrueta “Del cancionero leonés”, publicada en 1941 y reeditada treinta años más tarde, que concedió a los coplas tradicionales leonesas un merecido protagonismo por su frescor y originalidad, arropándolas con jugosos comentarios temáticos. La lectura de sus páginas abrió, en su día, ante nuestros ojos, un panorama fascinante que aquí, de alguna forma, pretendemos rememorar.

Quizá la razón principal por la que las coplas tradicionales tanto nos gustan y emocionan sea que los cantares reflejan nuestras vivencias, tanto colectivas (relacionadas con fiestas, trabajos, ritos y costumbres) como individuales (que tienen que ver con sentimientos como el amor, la soledad, la alegría, el desengaño, los celos o la amistad). Aunque en las últimas décadas los cantares y coplas han decaído notablemente, siendo suplantados por músicas, costumbres y modos de vida más artificiales y globalizados, no debemos olvidar que los cantos tradicionales nos vienen acompañando durante siglos. Ya desde la más tierna infancia, los niños concilian su sueño al compás de coplas cantadas -principalmente- por sus madres:

A la nana, nanita,
mi niño duerme
con los ojos abiertos,
como las liebres.

Duérmete, vida mía,
duerme sin pena,
porque al pie de la cuna,
tu madre vela.


Los niños han tenido una gran importancia dentro de la cadena de la tradición oral, empapándose de los cantares que aprendían de los mayores o de sus propios compañeros, que pronto incorporaban a sus juegos de corro, de comba, de botar la pelota, tapar la calle y otros muchos. La temática de las canciones de juegos infantiles, junto a retahílas muy ingenuas, se ha enriquecido con historias y romances que relatan amores, sucesos, milagros y vidas de santos, reyes o princesas.

El perro de San Roque
no tiene rabo,
porque Ramón Rodríguez
se lo ha cortado.

¿Dónde vas, Alfonso Doce?
¿Dónde vas, triste de ti?
Voy en busca de Mercedes,
que ayer tarde no la vi.


Más tarde, en la etapa de la mocedad, las coplas se convertían en una herramienta de seducción. Los mozos, al oscurecer, una vez terminadas las tareas del campo, agudizaban su imaginación y su picardía para rondar con sus cantares y a menudo enramar la ventana de sus mocitas preferidas. Muchas de ellas, por su parte, eran las encargadas de los bailes de pandereta, y solían responder con un buen repertorio de coplas que cantaban al compás de los alegres ritmos de las jotas y los titos.

El día de San Pedro
te puse el ramo;
el de San Juan no pude,
que estuve malo.

Me pusistes el ramo,
Dios te lo pague;
me rompistes más tejas
que el ramo vale.


Es la juventud una etapa propicia para fiestas y desahogos, donde a veces el vino y otros licores corren con holgura, desatando las lenguas y gargantas en un sinfín de cantares y coplas muy atrevidas -y a veces malsonantes- que han conservado su vigencia mucho más que otros tipos de canciones. Hasta hace pocos años se cantaba mucho en las tascas y tabernas, y todavía es habitual hacerlo en las bodas, romerías y otras celebraciones populares.

En el monte canta el cuco,
en la torre la cigüeña,
el pajarito en el campo,
el borracho en la taberna.


Al llegar a la edad del obligado servicio militar, las coplas cambiaban de temática, convirtiéndose en cantares de quintos, a veces alegres y desenfadados en apariencia, pero que en el fondo dejan entrever una profunda pena por la nostalgia de la tierra natal, la ausencia de los amores y a veces el peligro cierto de morir en la guerra.

Somos los quintos del pueblo
que vamos a Cartagena,
allí iremos a la mar
y de noche a la verbena.

Ya se marchan los quintos
para la guerra.
Los quintos no se marchan,
que se los llevan.


A la vuelta de la “mili”, los mozos solían ir pensando en el casamiento, y si las relaciones amorosas llegaban a un feliz desenlace, todo el ritual de las bodas iba acompañado de coplas y canciones. Los novios, los padrinos, los invitados, y hasta el señor cura eran los destinatarios de estos cantares.

Compañera que te vas,
escucha nuestros cantares,
venimos a distraerte
y endulzar tus soledades.

Para empezar a cantar,
licencia les pediremos
a los amos de esta casa,
y a los novios los primeros.


En cuanto a los cantos de trabajo o relacionados con los distintos quehaceres laborales, se han ido extinguiendo al mismo tiempo que cambiaban las formas de ganarse la vida. Ya no se entonan cantos de siembra, arada, siega o vendimia, pero aún quedan en la memoria colectiva de nuestros pueblos algunas coplas que dan testimonio de la importancia de los oficios tradicionales. Si bien los labradores, pastores y molineros se llevan la palma en muchísimas de nuestras coplas, hay también innumerables cantares que citan otras profesiones.

Los mineros en la mina
adoran al Dios divino;
cuando salen a la calle,
a las mujeres y al vino.

En la puerta de un sastre
todo son tiras,
y en la de un carpintero,
palos y astillas.

El herrero en la fragua
jura y maldice,
y le saltan las chispas
por las narices.

Ya suenan las esquilinas,
ya vienen los arrieros,
ya se ponen a bailar
las hijas del mesonero.


A lo largo del calendario anual, el flujo de las estaciones, el desarrollo de las cosechas, las fiestas religiosas o profanas y otras fechas señaladas eran también motivo para la proliferación de coplas, destacando por su abundancia los cantos navideños, tales como villancicos, aguinaldos, ramos y pastoradas.

Ya está la primavera
sembrando flores,
ya los campos se visten
de mil colores.

Pasada la primavera,
en otoño y en verano,
todas las flores del campo,
toditas se van secando.

Adiós, martes de Antruejo,
adiós, mi vida,
que hasta Pascua de flores
no hay alegría.

Esta noche es Nochebuena,
noche de danza y pandero,
que ha nacido de María
Jesús, el Dios verdadero.


No solo los jóvenes eran grandes copleros, pues la gracia y el ingenio suelen conservarse hasta edades avanzadas, pero con el paso del tiempo se van diluyendo los recuerdos y los cantares brotan con más dificultad. Excepto algunas personas con una prodigiosa retentiva para las coplas, los mayores suelen quejarse de su mala memoria, y así salen sus cantares.

Los cantares de los viejos
tienen poco que aprender:
empiezan por la, larala,
y acaban con la, laré.


Nacimiento, infancia, juventud, madurez, vejez e incluso la muerte: todo está en las coplas. Ritos de paso, como la entrada en quintas o el casamiento, los trabajos que permiten la subsistencia, las alegrías y diversiones, los amores, las penas y desengaños, la familia, los amigos, la salud, la belleza, la religiosidad, la naturaleza, el hogar… en suma, como ya hemos dicho, todas las vivencias de un pueblo están reflejadas en sus cantares. Con esta idea central en la cabeza, se nos brindó hace unos años la oportunidad de colaborar en un programa radiofónico de Radio León (Cadena SER). El pequeño espacio semanal, diseñado y presentado por nuestro grupo “La Braña” con el título “Cuaderno de cantares” estaba encuadrado dentro del programa “Hoy por hoy León”, que dirige Chechu Gómez. Durante tres temporadas presentamos en esa sección diversos aspectos de la vida y costumbres de nuestros pueblos leoneses, basándonos en las coplas tradicionales donde se describen fielmente estas escenas e ilustrando los comentarios con ejemplos sonoros tomados de las canciones de nuestra propia discografía.

Este libro contiene, con algunas modificaciones, una selección de medio centenar de esos breves programas de radio, que ahora, gracias a “La armonía de las letras”, puede ver la luz en un formato muy diferente, pero igualmente valioso para resaltar y difundir estas pequeñas joyas que son nuestras coplas tradicionales y que constituyen una riqueza patrimonial de nuestra tierra.

El campo tiene sus flores,
y sus estrellas el cielo,
y sus arenas los mares,
y sus cantares el pueblo.

 
  

León, Junio de 2020.


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Autor de los textos y selección de las coplas: Jesús San José Hernández (Sanjo)

Edición: Asociación Cultural "La Armonía de las Letras"

Colección: Los Cuadernos de Plata "CamparredOnda"
Diseño, coordinación editorial y prólogo: Gregorio Fernández Castañón
Ilustraciones: Colecciones particulares de Gregorio F. Castañón y Jesús San José

Adaptación, arreglos e interpretación de las canciones del disco: "La Braña"

Autorización para la edición discográfica: Álvaro Macías (DCL)

Manufactura del regalo musical: Jesús San José

Depósito Legal: LE-11-2020

I.S.B.N.:: 978-84-09-17787-5


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ÍNDICE

 

Prólogo

Coplas y cantares

La luna

El molino

El vino

El corazón

Los curas

Las morenas

El fuego

La ventana

El río

Las flores

Los ojos

Los pastores

La fuente

La alegría

Las estrellas

Los abuelos

Panderos y panderetas

Los pájaros

Soldados y quintos

El camino

La lluvia y la tormenta

Las bodas

El carro

Guapos y feos

El filandón

La vendimia

El aire

La madre

Los árboles

Las manos

El dinero

La montaña

Mozos y mozas

Dormir y soñar

Dulces y caramelos

Verdades y mentiras

El sol

El dolor y la pena

La noche

El gato

La iglesia

Los labradores

Las cartas y el cartero

La nieve

La suegra

Las fiestas

Los perros

La escuela

El pan y el trigo

La despedida

Autores y apéndice discográfico

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 APÉNDICE DISCOGRÁFICO
Con la autorización de:
Álvaro Macías (Compañía Discográfica DCL)
Grupo “La Braña”



01 EL MOLINO
(del disco “La Braña: Canción tradicional leonesa, vol. 1”)

02 A LA UNA ME HICIERON SOLDADO
(del disco “La Braña: Canción tradicional leonesa, vol. 1”)

03 CANCIÓN DEL CUCO
(
del disco “La Braña: Canción tradicional leonesa, vol. 2”)

04 JOTA DEL VINO
(del disco “La Braña: Canción tradicional leonesa, vol. 2”)

05 EL FILANDÓN
(del disco “La Braña: Canción tradicional leonesa, vol. 3”)

06 A LA MAR SE VAN LOS RÍOS
(del disco “La Braña: Canción tradicional leonesa, vol. 4”)

07 LOS CHOPOS DE LA ALAMEDA
(del disco “La Braña: Canción tradicional leonesa, vol. 6”)

08 BODA MARAGATA
(del disco “La Braña: Canción tradicional leonesa, vol. 6”)

09 YA SE VAN LOS PASTORES
(del disco “La Braña: Vamos a cantar”)

10 VIVA LA MONTAÑA
(del disco “La Braña: Vamos a cantar”)