Se ha escrito sobre "La Braña"...     

                                                                                            

 

     

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

GRUPO FUNDADO

 

EN  OCTUBRE

 

DE 1980

 

Diario de León

03/10/1992

 

López Castellanos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 A pesar de los mil y un inconvenientes a los que hubo de hacer frente, el grupo de música tradicional leonesa "La Braña" salió airoso del trance y volvió a brindar un soberbio concierto, lleno de ternura, calidad y humanidad. No fueron muchos los que se dejaron ver por la Plaza de San Marcelo. Pero qué más se puede pedir, cuando el recital carece de publicidad, se lleva a un rincón tan poco acogedor como ése del Ayuntamiento y, encima, se programa a la misma hora que Chicho Ibáñez Serrador volvía a calentarnos la cabeza con su puñetero "Un, dos, tres". De todas formas, el sexteto se dedicó a lo suyo, a cantar, a desgranar, con el cuidado y el decoro que le son característicos, temas que emocionan y despiertan sensaciones de alucine.

        No entiendo muy bien qué pintaba "La Braña" en un escenario como el que le tocó en suerte, pudiendo haber dispuesto de otro, ya instalado, que ayer nació muerto de risa en la Plaza Mayor. No entiendo tampoco por qué los organizadores del concierto
-descerebrados que cobran sueldos públicos- no se dignaron a divulgar su celebración como mandan las normas más elementales de la publicidad. No entiendo muy bien por qué se ha tratado con tan poca consideración a un grupo de suprema relevancia como éste, dedicado por completo a una labor cultural descaradamente modélica.

        ¿Seiscientas personas? ¿Setecientas? A lo mejor, algunas más o algunas menos. Sin embargo, los seis componentes
del grupo no se dedicaron a contarlas, tampoco a lucir su palmito. Ellos no saben de tales frivolidades. Ellos sólo se preocupan
de que su actuación resulte lo más destacada posible, por respeto sobre todo al público, al que idolatran con entusiasmo,
sinceridad y honestidad.

        Velasco volvió a teñir de arte el entorno escénico de "La Braña" El séptimo componente del conjunto, un pintor al que es necesario nuevamente reivindicar, pobló el aire de la noche de colores góticos y románicos, de vidrieras y calendarios, de catedrales
y sanisidoros. Velasco cubrió la atmósfera de una sencilla, pero efectiva, aura de sensibilidad, de incuestionable ardor estético.
"La Braña" lo hizo de amor a su tierra, de respeto a su cultura autóctona, de absoluta entrega a los leoneses que les escuchan, respetan y se sienten cautivados por su labor.

        Son seis, y todos ellos cojonudos. No tienen secretos de ninguna índole. Son personas que se dedican a vivir y a transportar
a los que les rodean a mundos mágicos, fantásticos, sobrecogedores. Gustan de compartir su labor, de ser generosos, de abrir sus brazos a cualquiera. "La Braña" te cautiva: su música, su tremendo poderío humano, su naturalidad, su espontaneidad...

        Ayer, el grupo leonés, que evidenció no haber perdido las buenas costumbres y seguir fiel a una línea ascendente, volvió a demostrar su eficacia sobre un escenario, así como su innata capacidad para conectar directamente con el corazón de los espectadores, que nuevamente palpitaron al son de esos ritmos entrañables y a punto estuvieron de estallar cuando el "Himno de León" rasgó la noche. El que se deja seducir por "La Braña", repite siempre y no abandona jamás ese placer.

        En un tiempo tan deshumanizado como éste que nos ha tocado vivir, la música de "La Braña" aún es capaz de despertar
los más vivos y sinceros sentimientos en el alma de cada cual, de provocar el llanto emocionado, de sacudir al leonés de su letargo crónico. Ellos seis, ellos solitos, destierran las penas, hacen más soportables las putadas de Solchaga y abren los caparazones
de los corazones más duros y reacios. "La Braña", su música y su mundo, es un sueño del que uno, cuando está ya sumergido en él, no quiere salir nunca. "La Braña", ayer, hizo cantar y bailar a todo el mundo, nos alegró la vida durante una hora y pico.
Y eso ya es bastante. ¿O no?