El dolor y la pena
en la canción tradicional

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El DOLOR Y LA PENA EN LA CANCIÓN TRADICIONAL


        La persona aquejada de una larga y grave enfermedad sufre un profundo cambio en su sensibilidad interior, que los que le rodean apenas logran captar superficialmente, y mucho menos comprender. Aunque cada persona reacciona al dolor y a la enfermedad de diferente forma, algunos aspectos de este intenso mundo interior aparecen reflejados en ciertas estrofas de las canciones tradicionales. Así, por ejemplo, la magnificación de la tristeza aparece claramente en la siguiente copla:


Canto triste, canto triste,
no puedo cantar alegre;
tengo el corazón herido
y las heridas me duelen.


        Sin embargo, no siempre se encuentran abatidos, pues a menudo presentan altibajos donde las escasas alegrías luchan contra las penas:

Tengo penas y alegrías,
tengo dos males a un tiempo;
cuando la pena me mata
la alegría me da aliento.

        En el fondo, un enfermo grave se siente incomprendido y padece incomunicación, que le puede llevar a la depresión y al llanto,
como en la copla que dice:


Mi corazón siente pena,
pero no la comunica.
Como no tiene con quién,
llorando se mortifica.

        La soledad, mala consejera, hace que el enfermo o el apenado grave esté siempre alerta, esperando compañía y consuelo de aquellos
a quienes más ama:


Estando sola solita
me abrió las puertas el aire,
creyendo que era mi amor,
que venía a consolarme.


        Y en los momentos más desesperados se encuentra sumido en la noche oscura, de la que tanto hablan los místicos, que representa
el sufrimiento más atroz:


Estrellita reluciente
que andas a par de la Luna,
dime dónde está el lucero
que alumbra la noche oscura.


    Pero no ha de faltar la esperanza, aún en las condiciones más difíciles:


A la mar fui por naranjas,
cosa que la mar no tiene.
Metí la mano en el agua,
la esperanza me mantiene.


        ¿Cómo animar y consolar al que sufre la enfermedad? En esto la canción tradicional no nos ofrece las típicas recetas mágicas de la abuela,
pero de algún modo hay que irradiar un sano optimismo, y parece que el mejor remedio es cantar. Como dice el refrán: "El que canta, su mal espanta". Para empezar veamos este consejo, que casi parece un mimo infantil:


Canta, mi niña, y no llores,
mira que te pones mala,
mira que se desmejora
la hermosura de tu cara.


        El optimismo y la convicción de que la mala racha pasará y que vendrán tiempos mejores, aparece en esta otra copla, basada también en el refranero, y que incluye además el consuelo de la Religión:


Al mal tiempo buena cara,
¡Virgen de la Soledad!
Al mal tiempo buena cara,
que Dios lo remediará.


        Y siempre, a pesar de todo, seguir cantando, pues el canto popular es la mejor expresión de los sentimientos del corazón:


Cantar que del alma sale
es pájaro que no muere,
porque canta los sentires
y el corazón siempre siente.

 

Salud para todos.

 

 


 


El artículo titulado "El dolor y la pena en la Canción Tradicional", cuyo autor fue Jesús San José Hernández, se escribió en Julio de 1998 y fue publicado en el libro:
"El cáncer, proceso oncológico integral"
. Este libro fue coordinado y editado por José Alfonso Álvarez Rodríguez, y los artículos de carácter científico han sido escritos por los más importantes especialistas en Medicina Oncológica, pero ofrece la particularidad de que cada uno de sus 19 capítulos comienza con un artículo escrito
por diferentes personalidades del mundo de la cultura española:


Sánchez Dragó
, Carlos Cano, Adolfo Marsillach, Fredy Valbuena, Vela Zanetti, C. A. Pérez de Tudela, Mario Amilivia, Ramón Sánchez Ocaña, La Braña, Gloria Fuertes,
Paco Fernández Ochoa
, Rosa Montero, Pedro García Trapiello, Pedro Ruiz, Juárez, Antonio Gala, Victoriano Crémer, Elías Yanes Álvarez
y Los Panchos.